Cuando seguimos nuestro instinto, curiosamente nos queda la sensación de que “hicimos lo que teníamos que hacer”, fuera cual fuera el resultado.
Estamos irremediablemente regidos y dirigidos por nuestra moral, nuestra educación, nuestras circunstancias, o nuestras normas sociales, pero nuestro instinto es algo mucho más profundo e innato, es libre, indomable y muy poderoso.